Reikiavik y sus alrededores fueron los lugares donde pasamos el último día del viaje. Preferimos estar en la naturaleza, así que tampoco habíamos reservado mucho tiempo para ésto. Reikiavik es la ciudad más poblada del país y la capital más septentrional del mundo. Con poco más de 120000 habitantes, es considerada una de las capitales más seguras, verdes y limpias.
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Qué ver en Reikiavik y alrededores
Iglesia luterana Hallgrimskirja
Una vez que aparcamos el coche, lo que básicamente hicimos fue callejear para acercarnos a varios de sus atractivos. Entre ellos, destaca, sobre todo, la iglesia luterana Hallgrimskirja, situada en el centro y desde cuya torre de 74,5 metros de altura, hay unas excelentes vistas panorámicas de la ciudad. Su arquitectura es muy curiosa, y está inspirada en las columnas basálticas de Svartifoss.
Frente a ella, está la escultura de Leif Ericsson, quién supuestamente, descubrió Norteamérica en el año 1000.

Lago Tjörnin
Desde aquí, nos fuimos paseando por diferentes calles comerciales, hasta que llegamos al lago Tjörnin, donde se pueden ver hasta 40 tipos diferentes de aves.

En invierno, se congela, por lo que se puede usar para patinar o pasear sobre él.

Zona del puerto de Reikiavik
Un tranquilo paseo nos llevó hasta la zona del puerto viejo, desde donde es posible hacer excursiones para ver ballenas o frailecillos, y donde hay museos, galerías y numerosos restaurantes de éxito.
Continuamos caminando hasta la Sala de Conciertos y Conferencia Harpa, en el antiguo puerto. Está construida con cristales de formas y tamaños diferentes que, por la noche, se iluminan dando la impresión de ser un faro multicolor. Es la sede de la Ópera de Islandia y de la Orquesta Sinfónica.

A poca distancia del Harpa se encuentra el Sun Voyager o Viajero del Sol, una escultura de un barco, con vistas panorámicas al monte Esjan. Según su artista, que murió antes de ver colocada su obra, es “Un barco de ensueño, una oda al sol. Un barco que sale en busca de esperanza, progreso, libertad y nuevos territorios “. La escultura fue inaugurada en 1990, para conmemorar los 200 años de la ciudad.

Centro de la ciudad
Reikiavik, es una ciudad muy tranquila y acogedora, llena de museos, arte callejero y tiendas interesantes, que hacen que su visita sea muy cómoda y agradable.

Nosotros aprovechamos para entrar a alguna de sus tiendas y adquirir, ¡el típico jersey de lana!. También estuvimos en una tienda donde se vendían fotografías, aunque al final no adquirimos ninguna.

Comimos en un puesto callejero los famosos perritos calientes, al lado de un grupo de escolares de Groenlandia, que estaban de excursión por Islandia.
El faro y los barcos de Gardskagi
Teníamos la tarde reservada para acercamos hasta Gardskagi, para ver sus faros y barcos.


Nosotros no fuimos a uno de los mayores reclamos de esta zona, Blue Lagoon porque, aparte de que ya nos habíamos bañado en varias termas naturales a lo largo del viaje, el precio nos pareció demasiado caro. Si os apetece daros el capricho, otra opción algo más económica es el balneario geotermal de Mývatn., en la zona norte del país.
Ya se iba haciendo tarde y tocaba devolver el coche en el aeropuerto. La misma empresa de alquiler, se encargó de llevarnos a nuestro alojamiento de manera gratuita. Para no perder las buenas costumbres, nos fuimos pronto a dormir, ya que el vuelo del día siguiente salía muy temprano y, para nuestra mala suerte, desayunando, nos enteramos de que había vuelto a haber una Aurora Boreal esa noche y, de nuevo, nos la habíamos perdido.
Con muy pocas ganas de regresar a casa, no nos quedó más remedió que tomar el vuelo de vuelta, eso sí, deseando poder volver a este precioso e increíble país lo antes que pudiésemos. Nos había encantado y aún nos quedaban muchas cosas pendientes por conocer. Sin duda, Islandia es uno de los paises más especiales e increíbles en los que hemos estado.