Iniciamos nuestra ruta por Islandia con destino a la Península de Snaefellsnes desde Keflavik, donde nos alojamos la primera noche en el Ocean view Guest House, un B&B de pocas habitaciones y trato muy familiar. En el mismo aeropuerto habíamos recogido nuestro coche de alquiler, un Dacia Duster 4×4, que nos acompañaría fielmente en todas nuestras aventuras por Islandia.
Las cosas no pintaban muy bien, ya que el país nos había recibido con frio, viento y bastante lluvia, pero, tras un buen desayuno, pusimos rumbo a la Península de Snaefellsnes, apenas a dos horas de Reikiavik. Si no se dispone de vehículo propio, es una buena opción para ir en excursión organizada desde la capital.
A pesar de que continuaba lloviznando a ratos, tuvimos una muy buena primera impresión del país, mirásemos donde mirásemos, el paisaje era espectacular y se veían cascadas cada poco, muchas de ellas, justo al lado de la carretera.
La primera parada que hicimos fue en un supermercado Bonus para completar la «despensa» que habíamos traído desde casa, ya que, además de saber que comer de restaurante es muy caro en Islandia, queríamos aprovechar lo máximo posible el tiempo y no depender de encontrar un sitio abierto para comer o cenar.
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Akranes, la entrada a la Península de Snaefellsnes
Continuamos la marcha hasta Akranes, donde fuimos directamente al faro, al que se puede entrar todos los días de la semana y en cuyo interior hay fotografías de la costa islandesa y del propio faro. Se puede subir hasta la parte superior y, si el día está despejado, se ve toda la costa hasta la bahía de Reikiavik. Aunque el día continuaba lluvioso, las cámaras comenzaron a echar chispas. Muy cerca, hay otro más pequeño que no se puede visitar.

Continuamos camino durante aproximadamente hora y media, encantados con el paisaje que teníamos a nuestro alrededor, hasta llegar a la playa de Ytri Tunga donde, con un poco de suerte, se pueden observar focas. Nosotros nos tuvimos que conformar con ver alguna a lo lejos, ya que la mejor época para verlas es de mayo a julio.
La iglesia negra de Budir
La siguiente parada la hicimos para ver la iglesia negra de Budir, situada entre campos de lava y enclavada en un entorno espectacular, siendo uno de los lugares más fotografiados de la Península de Snaefellsnes.

Desde allí incluso se puede ver la cascada Bjarnarfoss, de 80 metros de caída.


Ruta de acantilados en la Península de Snaefellsnes
Nuestras siguientes paradas fueron para ver acantilados, en Arnarstapi y Lóndrangar, y después, la playa de arena negra con formaciones rocosas cubiertas de musgo de Djúpalónssandur.



En esta zona, en el pueblo de Hellar, hay una antigua iglesia de madera bastante pintoresca, y además, si el tiempo está despejado, se puede ver una bonita estampa del volcán Snaefellsjökull, donde Julio Verne situó la entrada al centro de la Tierra.
Museo de Hellisandur
Continuamos la ruta y llegamos hasta Hellisandur, un pequeño pueblo dónde destacan su Museo Marítimo, que está en unas casitas con techo de turba, y una escultura de un barco. Muy cerca, también está la iglesia de Ingjaldholl, a la que merece la pena escaparse si el tiempo acompaña.


La cascada de Kirkjufellfoss
Queríamos llegar a nuestro alojamiento antes de la visita estrella del día, Kirkjufellfoss, así que nos dirigimos a Grundarfjordor. Tras dejar nuestro equipaje en el hotel Frammes, nos fuimos directos a uno de los lugares a los que más ganas le teníamos de todo el viaje: la cascada de Kirkjufellfoss.
Otra vez había comenzado a llover (en realidad diluviaba) pero, a pesar de ello, estuvimos un buen rato haciendo infinidad de fotos. La montaña al fondo y la cascada de Kirkjufellfoss, forman una de las imágenes más conocidas y fotografiadas de Islandia y de la Península de Snaefellsnes.
Hay que decir que esta cascada no es, ni la más bonita, ni la más alta, ni la más caudalosa de Islandia, pero tiene algo que atrapa.

Al sur está Kirkjarfoss y, un poco más cerca del pueblo se encuentra la cascada Grundarfoss. Está en terreno privado, así que a menos que se tenga permiso, hay que conformarse con verla a lo lejos.
Después de un día bastante intenso, y tras cenar unas pizzas en un restaurante local, nos retiramos a descansar muertos de cansancio.
Campos de lava en la Península de Snaefellsnes
Al día siguiente emprenderíamos la marcha hacia los Fiordos del Oeste. Pero antes, tocaba ver los campos de lava de Berjerkjahraun, formados hace unos 4000 años por la erupción de varios cráteres.
